Editorial
19 y 20 razones para perserverar en la pluralidad
Así como los hechos y las ideas no se instalan ni revisten sentido desde la nada o por azar, sino como producto de un conjunto de procesos y decisiones, la aparición de ciertas nociones como fundamentales e ineludibles para hablar del presente también responde a determinadas condiciones (sociales, históricas, políticas, etc). Tomar entonces como tema conceptos o ideas que se han vuelto “urgentemente actuales” no tiene por qué suponer que se acepta pensar y discutir en los términos que un discurso dominante ha definido e impuesto. Más bien significa lo contrario: analizar todo lo que implican y poner a consideración la pluralidad de significaciones y formas que asumen en distintos contextos para evitar así que una sola voz se arrogue la palabra. Por eso, nos propusimos tratar en este número las Soberanías.
Soberanías y no soberanía porque consideramos que el requisito para abrir el campo de juego y no “hacer el juego a” es romper con el lugar natural en que está circunscripta una idea y mostrarlo como un espacio polémico que comprende más de un ámbito y más de un actor y una visión. Nos propusimos así descentrar la soberanía del eje del estado, no para suprimirla sino para situarla en relación con los diferentes espacios en que ésta aparece como objeto de consideración, disputa y sobre todo, acción. De esta manera, concebimos soberanías como una idea plural y abierta. El presente número aborda diversas experiencias que la materializan: proyectos energéticos, educativos, simbólicos, territoriales.
Lo que nos permite considerar estas experiencias en conjunto es que todas suponen la lucha por la libertad, la independencia y la emancipación, cuestionan el binomio poder-autoridad, desde el que tradicionalmente se plantea el tema de la soberanía.
Hablamos de soberanías como terrenos de lucha porque tantos proyectos, con los que compartimos principios, nacieron, cuando hace más de una década, en Diciembre de 2001, esta idea hecha carne en miles de argentinos mostró que no eran el Estado ni las instituciones su espacio natural ni privilegiado. Las resistencias antepuestas a las injusticias acumuladas por décadas tomaron la calle y se tradujeron en nuevas formas de organización, de concepciones de la política y de prácticas emancipatorias. Proyectos que tuvieron como denominador común la puesta en primer plano de la participación activa; que quebraron la delegación como la única forma legítima de ejercer ciudadanía y, junto con ella, la autoridad de los partidos políticos y de las burocracias gremiales –viejas y nuevas. Asambleas barriales, cooperativas, usos colectivos de asignaciones estatales (los “planes”), nuevas formas de acción directa y un largo etcétera conformaron originales repertorios de praxis política que cuestionaron la legalidad de la democracia formal como forma para alcanzar la legitimidad.
Elegimos decir soberanías porque disputamos la interpretación unívoca que pretende diluir las formas de protesta, participación, construcción, lucha, disidencia, ruido y discusión que emergieron desde entonces. Esas son formas que perviven más allá de la “vuelta de la institucionalidad”, peleas que no murieron y se atestiguan en las experiencias que compartimos en este número. Proponemos pensar soberanías en plural porque no alineamos la discusión en la polarización que se quiere imponer del escenario político actual, donde estaría vedado plantear preguntas como: ¿cómo se explica laconvivencia de políticas ciertas aunque acotadas de inclusión con continuidades relativas a la acumulación y concentración de capitales? ¿cómo se lucha contra la corporación de Clarín mientras se avala la de Monsanto? ¿cómo se reclama, cacerola en mano, por libertades y derechos Civiles y se impugna medidas que bregan por la ampliación de derechos fundamentales - como el acceso a la vivienda, a la educación, a la salud- de quienes por “portación de cara” no son dignos del “status” de ciudadano? ¿cómo se piensa el desarrollo nacional montado sobre un modelo ferozmente extractivo?¿qué alternativa representa el “progresismo” del FAP que al asumir como gobierno se olvidó de luchas que prometió honrar como la de la inundación de 2003 y que concibe la cultura como un cúmulo de actividades elitistas?¿cuán “socialista” es un gobierno que desaloja barrios enteros con miras a sus negociados inmobiliarios? ¡¿qué hace la izquierda partidaria marchando con Moyano y el “momo” Venegas?! Reivindicamos soberanías porque siguen siendo una alternativa real la autonomía, la horizontalidad y la participación colectiva, motores de organizaciones estudiantiles, territoriales, culturales e incluso gremiales.
Defendemos soberanías porque defendemos la memoria en el cuerpo, las ideas y la acción, y si hay algo que parió el 2001 y es su legado vivo es la realidad de la diversidad. La propuesta de Muchas Nueces es que ningún aparato dicte la forma en la cual ver y los términos con los cuales construir nuestro pasado vivido, ni nuestros horizontes tendidos. Si la memoria es nuestra, también nuestro es el presente. Y al presente, eso sí, lo construimos con acciones, no con mitologías ni retóricas coyunturales que pretendan hablar “en nombre de todos y todas.”
19 y 20 razones para perserverar en la pluralidad
Así como los hechos y las ideas no se instalan ni revisten sentido desde la nada o por azar, sino como producto de un conjunto de procesos y decisiones, la aparición de ciertas nociones como fundamentales e ineludibles para hablar del presente también responde a determinadas condiciones (sociales, históricas, políticas, etc). Tomar entonces como tema conceptos o ideas que se han vuelto “urgentemente actuales” no tiene por qué suponer que se acepta pensar y discutir en los términos que un discurso dominante ha definido e impuesto. Más bien significa lo contrario: analizar todo lo que implican y poner a consideración la pluralidad de significaciones y formas que asumen en distintos contextos para evitar así que una sola voz se arrogue la palabra. Por eso, nos propusimos tratar en este número las Soberanías.
Soberanías y no soberanía porque consideramos que el requisito para abrir el campo de juego y no “hacer el juego a” es romper con el lugar natural en que está circunscripta una idea y mostrarlo como un espacio polémico que comprende más de un ámbito y más de un actor y una visión. Nos propusimos así descentrar la soberanía del eje del estado, no para suprimirla sino para situarla en relación con los diferentes espacios en que ésta aparece como objeto de consideración, disputa y sobre todo, acción. De esta manera, concebimos soberanías como una idea plural y abierta. El presente número aborda diversas experiencias que la materializan: proyectos energéticos, educativos, simbólicos, territoriales.
Lo que nos permite considerar estas experiencias en conjunto es que todas suponen la lucha por la libertad, la independencia y la emancipación, cuestionan el binomio poder-autoridad, desde el que tradicionalmente se plantea el tema de la soberanía.
Hablamos de soberanías como terrenos de lucha porque tantos proyectos, con los que compartimos principios, nacieron, cuando hace más de una década, en Diciembre de 2001, esta idea hecha carne en miles de argentinos mostró que no eran el Estado ni las instituciones su espacio natural ni privilegiado. Las resistencias antepuestas a las injusticias acumuladas por décadas tomaron la calle y se tradujeron en nuevas formas de organización, de concepciones de la política y de prácticas emancipatorias. Proyectos que tuvieron como denominador común la puesta en primer plano de la participación activa; que quebraron la delegación como la única forma legítima de ejercer ciudadanía y, junto con ella, la autoridad de los partidos políticos y de las burocracias gremiales –viejas y nuevas. Asambleas barriales, cooperativas, usos colectivos de asignaciones estatales (los “planes”), nuevas formas de acción directa y un largo etcétera conformaron originales repertorios de praxis política que cuestionaron la legalidad de la democracia formal como forma para alcanzar la legitimidad.
Elegimos decir soberanías porque disputamos la interpretación unívoca que pretende diluir las formas de protesta, participación, construcción, lucha, disidencia, ruido y discusión que emergieron desde entonces. Esas son formas que perviven más allá de la “vuelta de la institucionalidad”, peleas que no murieron y se atestiguan en las experiencias que compartimos en este número. Proponemos pensar soberanías en plural porque no alineamos la discusión en la polarización que se quiere imponer del escenario político actual, donde estaría vedado plantear preguntas como: ¿cómo se explica laconvivencia de políticas ciertas aunque acotadas de inclusión con continuidades relativas a la acumulación y concentración de capitales? ¿cómo se lucha contra la corporación de Clarín mientras se avala la de Monsanto? ¿cómo se reclama, cacerola en mano, por libertades y derechos Civiles y se impugna medidas que bregan por la ampliación de derechos fundamentales - como el acceso a la vivienda, a la educación, a la salud- de quienes por “portación de cara” no son dignos del “status” de ciudadano? ¿cómo se piensa el desarrollo nacional montado sobre un modelo ferozmente extractivo?¿qué alternativa representa el “progresismo” del FAP que al asumir como gobierno se olvidó de luchas que prometió honrar como la de la inundación de 2003 y que concibe la cultura como un cúmulo de actividades elitistas?¿cuán “socialista” es un gobierno que desaloja barrios enteros con miras a sus negociados inmobiliarios? ¡¿qué hace la izquierda partidaria marchando con Moyano y el “momo” Venegas?! Reivindicamos soberanías porque siguen siendo una alternativa real la autonomía, la horizontalidad y la participación colectiva, motores de organizaciones estudiantiles, territoriales, culturales e incluso gremiales.
Defendemos soberanías porque defendemos la memoria en el cuerpo, las ideas y la acción, y si hay algo que parió el 2001 y es su legado vivo es la realidad de la diversidad. La propuesta de Muchas Nueces es que ningún aparato dicte la forma en la cual ver y los términos con los cuales construir nuestro pasado vivido, ni nuestros horizontes tendidos. Si la memoria es nuestra, también nuestro es el presente. Y al presente, eso sí, lo construimos con acciones, no con mitologías ni retóricas coyunturales que pretendan hablar “en nombre de todos y todas.”